¡Vaya viajecito!
Este fin de semana mis papás me han llevado de viaje a Valencia.
Pero en lugar de en el vehículo que utilizamos todos los días, nos hemos ido en uno muy largo, que según escuché se llama tren. La verdad es que era bastante cómodo, claro que viajamos en “preferente”, para que yo pudiera aún más cómodo. Aunque tengo un par de quejas a los señores del Alaris. La primera es que l@s azafat@s del tren no nos ayudaron a subir con las maletas y mi carrito, vamos, que no nos dijeron ni buenas tardes; eso sí, luego trajeron periódicos y una cena (incluida en el precio, por que gratis no es), que es la segunda queja, ¿es que los bebés no tenemos derecho a que nos den un pequeño refrigerio?, pues no, me tuve que tomar un biberón de agua con polvos, que dicen que es leche, ¡y una leche!, que se lo beban los fabricantes.
En Valencia nos desplazamos en taxi, y la verdad es que los taxistas fueron amables y simpáticos, ¿fue casualidad?, no lo sé.
Mis papás me llevaron al Oceanográfico y la verdad es que no está mal, es un escaparate, donde los peces nos miran y se preguntan ¿pero que hacen esos insensatos fuera del agua, se van a ahogar?
Para cuando llegué a la parte del museo, el péndulo de no sé quién, me hipnotizó y me quedé dormido el resto de la tarde.
A la hora de dormir, tuve una cama para mí solito, que era más grande que mi moisés y mi cuna juntas, aunque como estuve rodeado de cojines y almohadas, ¿no sé porqué?, pues no pude disfrutar al cien por cien.
El domingo a la vuelta me quedé dormido en el tren y ya no desperté hasta el lunes por la mañana, la verdad es que eso de estar el fin de semana de juerga cansa bastante.
Espero que la próxima vez, pueda comerme un puré de paellita, por que el “bibe”, no tiene ninguna sustancia. Lo que si pude probar fue el zumo de naranja y qué queréis que os diga, ni punto de comparación…
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